Amar es cumplir la ley entera.

"Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros como yo les he amado. En esto conoceran todos que son mis discípulos: en que se aman unos a otros". (Jn 13, 34-35)

Esta es una de las obras de Dios

martes, 10 de mayo de 2011

EL VERDADERO AMOR


1 Cor 13.

Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, y me faltara el amor, no sería más que bronce que resuena y campana que toca. Si yo tuviera el don de la profecía, conociendo las cosas secretas con toda clase de conocimientos, y tuviera tanta fe como para trasladar los montes, pero me faltara el amor, nada soy. Si reparto todo lo que poseo a los pobres y si entrego hasta mi propio cuerpo, pero no por amor, sino para recibir alabanzas, de nada sirve. El amor es paciente, servicial y sin envidia. No quiere aparentar ni se hace el importante. No actúa con bajeza, ni busca su propio interés. El amor no se deja llevar por la ira, sino que olvida las ofensas y perdona. Nunca se alegra de algo injusto y siempre le agrada la verdad. El amor disculpa todo; todo lo cree todo lo espera y todo lo soporta.
(1cor 13,1-8)

El Evangelio que a continuación cito es corto pero intenso. "Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado" (Jn. 13,34). Bonitas palabras. La belleza en estado puro sale de los labios de Cristo. ¿Pero es posible darle cumplimiento a tan buenos propósitos...?
Que trabajo nos cuesta amar. Y digo amar, no querer o tener cariño. Amar es más profundo. Amar es darse sin esperar nada a cambio. A menudo nosotros somos como los bancos: Damos de nuestro "amor" pero esperando que nos devuelvan pronto lo mismo y con los intereses... eso no es amor. Eso es una forma incipiente de prostitución. Eso no deja de ser un amorcillo que entra en los comercios de la compraventa. El amor es otra cosa. Es completamente desinteresado, hace que uno se olvide de sí mismo y de sus intereses y que sólo se preocupe del otro. Ese es el amor de los auténticos esposos. El amor natural entre padres e hijos. El amor de los amigos de verdad. El amor al trabajo como realización vocacional. El amor cristiano al prójimo. Es por excelencia el amor que Dios nos ha tenido y que impulsa a tantos hombres y mujeres completamente a Jesús. Todo puede ser auténtico amor si se enfoca desde la entrega incondicional al otro. Humanamente hay que salir de uno mismo para poner al otro en el lugar privilegiado de nuestro corazón. Cristianamente hay que poner a Cristo en ese lugar privilegiado para con su amor amar a los otros. No hay otra forma de amar que ésas.
Demos un paso más: El amor humano puede fallar, puede disminuir, puede incluso desaparecer. Si no hay correspondencia es lo más normal del mundo. Lo vemos en las rupturas matrimoniales, en los múltiples cuernos físicos o de pensamiento que se dan hoy en día. Se acaba la chispa, la pasión, el enamoramiento... y entonces hay buscarlo por otro lado. Dicen que dos no se pelean si uno no quiere. Humanamente tampoco dos personas se pueden amar si uno no quiere. Y digo humanamente, porque cristianamente sí. El amor cristiano - la caridad- no entiende de correspondencias. Jesucristo, San Francisco, la Madre Teresa o la legión de Santos del cielo obraban sin esperar a veces otra cosa que no fuera incomprensión e insultos. Cristo y los mártires murieron perdonando -amando- a sus enemigos. Ni lo más importante de este mundo, la propia existencia personal, tiene valor en sí comparable al amor cristiano. A nosotros nos resulta relativamente fácil amar a las personas queridas. Amamos a los padres, a las personas de las que nos enamoramos, a los amigos, a los hijos... es un amor fácil: si amáis a los que os aman ¿qué merito tenéis? también los paganos lo hacen... (Lc.6, 32). Lo difícil es el amor cristiano, el amor al otro porque es hijo o hija de Dios y hermano o hermana en Cristo. Para amar es necesario decidirse a amar. Nos podemos decidir a pasarnos la vida odiando o amando. Como cristianos, si de verdad queremos ser felices debemos optar por el amor, optar por amar. Las personas se pueden merecer o no el amor, pero nosotros siguiendo el ejemplo de Jesús, les amaremos como son, porque Dios nos mostró primero ese amor y porque queremos amar a Cristo en los hermanos. Cf. Rom. 5, 8). Y si el otro nos odia o nos la juega... ¡más lo tenemos que amar! ¿Difícil, verdad? Evidentemente. La cruz no fue fácil, el seguimiento del crucificado tampoco puede serlo...
Cristo te ama... María también.


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